domingo, 31 de enero de 2010

"Nocturno a Rosario"



Pues bien, yo necesito


decirte que te adoro,


decirte que te quiero


con todo el corazón;


que es mucho lo que sufro,que es mucho lo que lloro,


que ya no puedo tanto,


y al grito que te imploro


te imploro y te hablo en nombre


de mi última ilusión.


De noche cuando pongo


mis sienes en la almohada,


y hacia otro mundo quiero


mi espíritu volver,


camino mucho, mucho


y al fin de la jornada


las formas de mi madre


se pierden en la nada,


y tú de nuevo vuelves


en mi alma a aparecer.


Comprendo que tus besos


jamás han de ser míos;


comprendo que en tus ojos


no me he de ver jamás;


y te amo, y en mis locos


y ardientes desvaríos


bendigo tus desdenes,


adoro tus desvíos,


y en vez de amarte menos


te quiero mucho más.


A veces pienso en darte


mi eterna despedida,


borrarte en mis recuerdos


y huir de esta pasión;


mas si es en vano todo


y mi alma no te olvida,


¡qué quieres tú que yo haga


pedazo de mi vida;


qué quieres tú que yo haga


con este corazón!


Y luego que ya estaba?


concluido el santuario,


la lámpara encendida


tu velo en el altar,


el sol de la mañana


detrás del campanario,


chispeando las antorchas,


humeando el incensario,


y abierta allá a lo lejos


la puerta del hogar...


Yo quiero que tú sepas


que ya hace muchos días


estoy enfermo y pálido


de tanto no dormir;


que ya se han muerto todas


las esperanzas mías;


que están mis noches negras,


tan negras y sombrías


que ya no sé ni dónde


se alzaba el porvenir.


¡Que hermoso hubiera sido


vivir bajo aquel techo.


los dos unidos siempre


y amándonos los dos;


tú siempre enamorada,


yo siempre satisfecho,


los dos, un alma sola,


los dos, un solo pecho,


y en medio de nosotros


mi madre como un Díos!


¡Figúrate qué hermosas


las horas de la vida!


¡Qué dulce y bello el viaje


por una tierra así!


Y yo soñaba en eso,


mi santa prometida,


y al delirar en eso


con alma estremecida,


pensaba yo en ser bueno


por ti, no más por ti.


Bien sabe Díos que ése era


mi más hermoso sueño,


mi afán y mi esperanza,


mi dicha y mi placer;


¡bien sabe Díos que en nada


cifraba yo mi empeño,


sino en amarte mucho


en el hogar risueño


que me envolvió en sus besos


cuando me vio nacer!


Esa era mi esperanza...


mas ya que a sus fulgores


se opone el hondo abismo


que existe entre los dos,


¡adiós por la última vez,


amor de mis amores;


la luz de mis tinieblas,


la esencia de mis flores,


mi mira de poeta,


mi juventud, adiós!

Manuel Acuña

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