domingo, 23 de agosto de 2009

¿realmente lo importante es caminar?...

DOMINGO 23 DE AGOSTO DE 2009

DÌA 1. RITO DE INICIACIÒN

Cuando Charles Dodgson se embarca con sus tres pequeñas amigas en la ya legendaria excursión río arriba, Alicia Liddell tenía exactamente diez años. Su hermana Edith tenía sólo ocho, pero en cambio Lorina Liddell tenía ya trece, es decir, había dejado de ser una niña. Alicia, a sus diez años, todavía lo era, pero muy pronto (¡demasiado pronto!) dejaría de serio, como le había ocurrido ya a su hermana mayor. Charles Dodgson (Lewis Carroll) improvisa entonces un cuento para ellas, y el cuento que les cuenta trata justamente de eso: del momento (¡terrible momento!) en que el niño, al dejar de serlo, comienza a penetrar en el (para ellos) fascinante, misterioso y absurdo mundo de los adultos.




La madriguera del conejo


Al descender por la madriguera del Conejo, Alicia no está retrocediendo (como se ha dicho) a su primera infancia, sino que está avanzando en el tiempo hacia ese momento, ya cercano, en el que ingresará en el mundo social de los mayores. Y al llegar al fondo de la madriguera, el primer dilema que se le plantea es si beber o no de ese frasco que hay encima de la mesa, si crecer o no crecer, es decir, si hacerse o no hacerse adulto. Alicia bebe del frasco y, ya crecida, se encuentra con la primera «persona». adulta. Es el Blanco. Va impecablemente vestido de caballero victoria por sus palabras se deduce :
que sufre de la gran enfermedad mundo moderno, la prisa"¡Es tarde! ¡Es ya muy tal exclama una y otra vez sin dejar de correr. ¡Difícilmente podía Alicia haber encontrado una persona que caracterizara tan, ese mundo de los adultos en el que todo el mundo siempre prisa! justamente lo contrario que le ocurría a Carroll, que podía pasarse horas y horas «perdiendo el tiempo», charlando con sus jóvenes amigas en una tarde de verano.



Ironías políticas


Después de caer en el mar de sus propias lágrimas (¿representa ese mar el líquido amniótico, el deseo de regresar al vientre de la madre, como han señalado los críticos «freudianos» de Alicia?), Alicia nada hasta la orilla y se reúne una asamblea de animales, que representa admirables la asamblea parlamentaria inglesa. Su deporte favorito «carrera electoral», una carrera totalmente arbitraria, en la que no se sabe muy bien cuándo se da la salida ni cuándo se
llega a la meta, ni mucho menos quién ha ganado. Ya hemos señalado antes cómo, a partir del Reform Bill de 1835, la Cámara (Cámara de los Comunes) del Parlamento inglés adquiere creciente importancia. Sin duda, un conservador en política como era Dodgson miraría con recelo hacia esta Cámara parlamentaria, que, en ocasiones, parecía querer socavar los cimientos mismos de la Monarquía inglesa.


Los espacios interiores


Lewis Carroll nos cuenta en Alicia en el País de las Maravillas el último, y definitivo, sueño de la niñez: el sueño en el que el niño se enfrenta al mundo de los adultos, no para verlo desde fuera, sino para ingresar en él. Este mundo, para el niño, es a la vez atrayente y repelente, misterioso y pedestre, racional y profundamente absurdo. El ingreso del niño en este nuevo mundo supone, para él, una aventura tan formidable como lo era para Livingstone adentrarse en el corazón de África. La flora y la fauna de este nuevo país son, para él, tan exóticos como lo eran los de África para el famoso doctor. Desde esta perspectiva, Alicia se convierte en la primera de las grandes narraciones contemporáneas que proclaman que los grandes descubrimientos del hombre no están en el espacio exterior, sino en el interior. Marcel Proust (En busca del tiempo perdido), James Joyce (Ulises) y Thomas Mann (La montaña mágica) no hacen sino continuar la exploración de este fascinante “país” que iniciara Carroll con su Alicia, en pleno siglo XIX.