viernes, 5 de febrero de 2010

Ángela adónica.


Hoy me he tendido junto a una joven pura


como a la orilla de un océano blanco,


como en el centro de una ardiente estrella


de lento espacio.






De su mirada largamente verde


la luz caía como un agua seca,


en transparentes y profundos círculos


de fresca fuerza.






Su pecho como un fuego de dos llamas


ardía en dos regiones levantado,


y en doble río llegaba a sus pies,


grandes y claros.






Un clima de oro maduraba apenas


las diurnas longitudes de su cuerpo


llenándolo de frutas extendidas


y oculto fuego.
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PABLO NERUDA

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